La historia del joven que perdió la mitad de su cuerpo en un accidente y el amor incondicional de su novia

A Loren Schauers se le cayó un montacarga mientras trabajaba en Montana, Estados Unidos. Los médicos le daban pocos días de vida, pero ya lleva cinco años

por INFOBAE

La foto circuló en las redes sociales. Era una imagen imposible de sostener en la retina. Allí, en una cama ortopédica, se veía a un joven de rostro sereno, amputado desde la cintura y envuelto en un arnés de seguridad, como sostenido por la mera terquedad de estar vivo. La noticia central sacudió los titulares de los portales. Loren Schauers, un obrero estadounidense de veintinueve años, había sobrevivido a la mutilación completa de la mitad inferior de su cuerpo tras un accidente con un montacargas.

A finales de 2019, la rutina de Loren Schauers era la de cualquier joven estadounidense del interior: largas jornadas en las obras, pesadas botas de seguridad, almuerzos ligeros bajo el ruido de maquinaria y polvo. Había aceptado un empleo en una obra vial en Montana, el estado del norte de Estados Unidos.

Ese día, durante una maniobra rutinaria con un montacargas, el vehículo perdió estabilidad y cayó por un puente mientras Loren aún se encontraba en la plataforma. El impacto fue brutal. El peso de la máquina, varias toneladas de acero, lo aplastó desde la pelvis hacia abajo.

—No recuerdo el dolor, ni siquiera pensé que sobreviviría —diría luego Loren a los medios, convertido, casi sin quererlo, en una noticia mundial.

El rescate fue un delicado juego de minutos y arterias. Los médicos tomaron la decisión extrema que lo salvó: realizar una hemicorporectomía, amputando la totalidad del cuerpo desde la cintura. Ningún antecedente similar había terminado con vida hasta entonces.

—Te amputaremos la mitad del cuerpo. No sabemos cuánto tiempo más vivirás, ni cómo será tu vida después —le explicó uno de los cirujanos, según su propio testimonio.

—Si me da una oportunidad, la tomaré —respondió él.

Durante los días que siguieron, el hospital se convirtió en un laboratorio de resistencia. Entrar en la habitación de Loren Schauers implicaba respirar ese sutil aroma de apósitos frescos, oír el zumbido de las bombas de infusión y ver, a la vez, el terror y la ternura en los ojos de su joven esposa, Sabia Reiche.

Loren Schauers en una imagenLoren Schauers en una imagen cruda de su cuerpo en rehabilitación (@loren.schauers)

“Nunca tuve miedo de quedarme a su lado. Lo amaba, y él seguía siendo él. No importaba el cuerpo”, declaró ella tiempo después.

La relación de Loren y Sabia había comenzado antes del accidente, un noviazgo adolescente interrumpido por la transfiguración atroz del destino. Frente al quirófano, Sabia enfrentó preguntas de las que no hay manual: ¿Cómo amar el cuerpo de alguien reconstruido —o más bien reiniciado— desde el despojo? ¿Quién cuida al cuidador?

El hospital, esa ciudad nocturna de luces intermitentes y monitores, fue testigo de sus primeros días tras la hemicorporectomía. El personal médico aseguraba haber sido impactado por su humor negro y su determinación.

“No sé cuántos días tengo, pero pienso reírme de cada uno de ellos”, solía decir Loren a las enfermeras, que aprendieron a bromear con él sin un ápice de compasión.

Loren y Sabia siguen juntosLoren y Sabia siguen juntos tras el accidente que mutiló la mitad del cuerpo del joven (@loren.schauers)

En la era de la viralidad omnipresente, esa foto del cuerpo partido corrió por redes sociales como pólvora cercana al trigo maduro. La identidad de Loren Schauers violó el cerco de la intimidad para convertirse en objeto de escándalo, morbo, admiración y hasta falsas noticias.

Los comentarios en foros fluctuaban entre el asombro, la crueldad revestida de curiosidad y la ternura desarmada.

No faltaron quienes dudaron de la veracidad de las imágenes. Otros usaron sus fotos para suplantar su identidad y pedir donaciones fraudulentas. Cada pixel de su cuerpo sobreviviente se multiplicó por millones, más allá de su control.

—Antes me daba vergüenza. Ahora no puedo hacer nada al respecto. Al menos la gente habla, y eso ayuda a otros que sufren —diría en uno de los videos publicados en redes sociales.

Las plataformas digitales que impulsaron la masificación de su historia se convirtieron también en su espacio de resistencia narrativa. Con humor devastador, Loren comenzó a subir videos explicando su vida cotidiana: cómo se desplaza, cómo maneja su higiene personal, cómo es la rutina con su esposa.

“Todavía soy yo, solo que menos. Pero menos no significa peor”, bromeaba con la risa de quien ha aprendido a vaciar el lenguaje de eufemismos.

Loren junto a su noviaLoren junto a su novia Sabia en una imagen de sus redes sociales (@loren.schauers)

Si hay un personaje secundario cuya presencia trastoca el cliché del “amor incondicional” es Sabia Reiche, la joven esposa que se negó a abandonar a Loren tras el accidente. Lejos de cumplir un guion de abnegación ingenua, Sabia encontró en su nueva vida un campo inédito de complicidad, deseo y fatiga.

El ajuste no consistió solo en aprender a mover a Loren o solucionar los intrincados desafíos médicos del día a día. Había que suturar otra herida: la del deseo, la de continuar siendo pareja, la de sostener una identidad propia sin desaparecer tras el rol de cuidadora.

—¿Cómo hacen para amar o para tener intimidad? —preguntan en redes con el brutal desparpajo de los anónimos.

—Amar es mucho más grande que un cuerpo, y el deseo encuentra otros caminos —responde Sabia, quien explica que las verdaderas barreras han sido las del afuera, no las interiores.

“Vivo cada día con gratitud, aunque no todo sea fácil. Pero seguimos juntos, y eso es todo”, confiesa Sabia en uno de sus testimonios.

La supervivencia de Loren Schauers abrió un nuevo capítulo en el negocio de la caridad digital. Los costos médicos y de rehabilitación, inalcanzables por medios convencionales, encontraron en la compasión anónima de Internet un salvavidas. Campañas en plataformas como GoFundMe recaudaron decenas de miles de dólares en pocos días.

Sin embargo, el fluir incontrolable de la información dio lugar a la explotación. Varias cuentas falsas, creadas bajo el nombre de Loren, difundieron imágenes y relatos sensibles para solicitar donativos. Ante este fenómeno, los familiares y amigos lanzaron alertas y advirtieron sobre las cuentas legítimas.

“No permitan que otros lucren con mi dolor”, publicó una vez en uno de sus perfiles verificados.

Los doctores reconocen que sobrevivir más de un par de días tras una hemicorporectomía es casi imposible, y Loren superó los cinco años. Su vida redefine los umbrales teóricos de la fisiología y, de paso, interroga los conceptos mismos de “calidad de vida”.

A diario, la rutina desafía la lógica. Las actividades más elementales —comer, beber, dormir, reír— se convierten en escenas de un aprendizaje perpetuo. El baño no es un simple gesto de higiene, sino una coreografía delicada de tubos, esponjas y paciencia infinita.

—¿En qué piensas cuando te levantas? —le preguntaron una vez.

—En que tengo otro día para disfrutar de un buen café, una broma y, sobre todo, de Sabia —respondió él, sin temblar.

Por cada día de supervivencia, Loren acumula una infinidad de gestos ínfimos: el soporte del arnés, el control del dolor fantasma que a veces lo despierta abruptamente, el aprendizaje continuo de Sabia, que se mueve entre ser compañera, enfermera y, cuando puede, joven enamorada.

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